Viernes, 19 de abril de 2024
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30.10.07 | Meej (6715 lecturas) [ Comenta el artículo ]
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Louisville Cardinals 1980-86: Los Clippers del Draft (II)


“Scooter” y Rodney McCray son hermanos, separados apenas por un año (y apodados “the Double Mac Attack”). El auténtico nombre de Scooter es Carlton, así que ya os imaginaréis que el bueno es el otro. En realidad, Scooter era una gran promesa, quizás más que su hermano pequeño, pero no tuvo ocasión de demostrarlo: accedió a la titularidad en su año sophomore, pero en el tercer partido de la temporada sufrió una gravísima rotura de ligamentos de rodilla que lo llevó de cabeza a la red shirt y de la que nunca se recuperó. Denny Crum no tuvo más remedio que recurrir al hermano freshman, que estaba aún por hacer; y la desgracia de Scooter fue quizás la bendición de un Rodney que a base de trabajo se convirtió en un jugador muy sólido. Las carreras de los dos hermanos se separaron en el draft de 1983. Scooter McCray fue elegido en segunda ronda por los Sonics, y apenas duró un par de años antes de rendirse a la evidencia de las secuelas de su lesión tras un breve paso por Francia. Mientras, los Rockets no sabían que hacer con su número 3 del draft; el número uno era sin duda Ralph Sampson, pero detrás había una larga lista de prospectos sólidos aunque poco espectaculares. Tras sopesar a Byron Scott, finalmente optaron por un Rodney McCray que tuvo una larga carrera como jugador serio sin llegar a estrella. McCray supo convertirse en un jugador de apoyo al espectacular frontcourt de los Rockets, aportando puntos, rebotes, defensa, manejo de balón y tocando todos los palos. Incluso ganó un campeonato al final de su carrera, pero hasta eso tuvo que estar teñido de tristeza: los Bulls lo ficharon como alero veterano que aportara seriedad al vestuario y seguridad en caso de lesión de Jordan. Desgraciadamente, Jordan era famoso por usar los entrenamientos para destrozar a sus suplentes (en parte para ver quién aguantaba, y en parte para mantener afilado su instinto competitivo) y el pobre Rodney se vino abajo espectacularmente. De jugador de rotación aprovechable devino en ruina humana y deportiva, y al final del año se retiró con un anillo de regusto amargo.


Lancaster Gordon es quizás el pufo más pufo de todos los pufos salidos de Louisville. Claro que no es sólo culpa suya: lo eligieron los Clippers con el número 8 en 1984. Sólo los Clippers son capaces de tener una elección alta en 1984 y volver con este tío. No tuvo ninguna oportunidad: Cardinals y Clippers, doble poder mortífero. Gordon había sido un escolta fuerte, pero con su 1.90 se vio reconvertido a base, y en esa posición desveló sus carencias de manejo de balón y tiro exterior. Se fue viendo relegado en la rotación, luego se lesionó el tobillo y finalmente se presentó a la pretemporada con un notorio sobrepeso que indicaba su abandono. Salió de los Clippers por la puerta de atrás y desapareció del baloncesto sin dejar rastro.


Charles Jones fue elegido por los Suns en segunda ronda de ese mismo draft. Reconvertido a “cuatro” por su poca estatura, la cascada de suspensiones en su año rookie hizo que terminara jugando bastantes minutos, pero eso no duró. A la temporada siguiente se vio postergado por... Glouchkhov, el búlgaro, y tras un mediocre paso por el Reggio Calabria abandonó el baloncesto y se metió a policía.


Billy Thompson fue elegido por los Hawks en la primera ronda del draft de 1986 con el número 19, y traspasado inmediatamente a Lakers a cambio de Mike McGee. Ese traspaso permitió a Thompson entrar en el selecto club de jugadores que fueron campeones NCAA y NBA consecutivamente (los otros tres son Bill Russell, Henry Bibby y “Magic” Johnson), pero poco más. Los Lakers querían a Billy como suplente de Worthy, otro alero atlético que aportara una dimensión física al equipo; sin embargo, en apenas unos meses Pat Riley terminó harto de la crónica falta de concentración de Billy Thompson. Primero se vio relegado a la lista de lesionados en favor de un ex-CBA como Tony Campbell, y posteriormente lo dejaron desprotegido en el draft de expansión que lo mandó a Miami. Dadas las carencias de esos Heat primigenios, Thompson pudo gozar de minutos y entretener al público con sus mates, aunque quizás el recuerdo más duradero que dejó fue una vez que le hicieron la cama, se dio la costalada padre y terminó esparciendo los trozos de su prótesis dental por el parqué. La mejora de la plantilla de Miami lo hizo redundante, ningún otro equipo mostró el menor interés y terminó su carrera en Argentina después de unos añitos en el Hapoel de Jerusalén. Su palmarés colectivo es quizás el mejor de todos, con dos anillos de campeón de la NBA, pero su contribución fue marginal sobre todo para lo esperado.


Milt Wagner salió a mediados de la segunda ronda de ese mismo draft, con un año de retraso por una fractura del pie que lo dejó una temporada en blanco (como a Darrell Griffith). No logró una plaza en los Mavs e hizo carrera en la CBA con esporádicos avistamientos en la NBA, el más famoso con los Lakers campeones del 88, en los que era el jugador número 12 (por delante del inactivo Billy Thompson, algo es algo). Luego pasó por Francia, Alemania e Israel, donde fue compañero de Kenny Simpson, antes de retirarse a vivir de su hijo. Desgraciadamente para él, la carrera de Dajuan Wagner no está siendo tan exitosa como se anticipaba, sugiriendo quizás que la “maldición de Louisville” es hereditaria y, por tanto, de base genética.


Kenny Payne fue elegido por los Sixers con el número 19 en 1989, y fue quizás el fracaso más estrepitoso de los Cardinals en el draft (fíjate que no es el primero del que decimos esto). Tradicionalmente, una limitación de los equipos de Denny Crum era el tiro triple, y Payne fue el primer gran tirador exterior de Louisville. Los Sixers lo draftearon para que abriera espacios a Barkley, pero su rendimiento fue ínfimo. Cuatro temporadas como jugador marginal antes de probar en Italia (otro fracaso) y empezar una deriva continental por ligas menores: Brasil, Japón, Chipre, Australia, China...


He dejado para el final a Pervis Ellison, número 1 del draft de 1989 y gran tragedia de esta historia. Qué se puede contar que no se haya dicho ya sobre cómo “Never Nervous” se convirtió en “Out of Service Pervis”, los problemas de tobillo seguidos de graves lesiones de rodilla y otra vez el tobillo, y los hipnóticos flashes en los que parecía volver a ser el de Louisville antes de recaer inevitablemente. Qué decir de un jugador llamado a marcar una época en la NBA y que apenas dejó huella en las peluquerías.


A veces se ha sugerido que la raíz de estos fracasos repetidos estaba en el estilo de Denny Crum, sin tantas posiciones fijas y basado en que todos los jugadores pudieran contribuir en diferentes áreas sin proporcionarles una habilidad básica definida. Pero ¿y Pervis Ellison? ¿Y Darrell Griffith o Derek Smith, no tan machacados pero también cortados por las lesiones cuando sus carreras parecían en su mejor momento? Que un Jerry Eaves o Charles Jones no llegue a nada era de esperar, pero... ¿ninguno?


Unos carecían de talento, otros de posición definida y todos del menor atisbo de fortuna. Es la maldición de los Cardinals, y no conoce la piedad.



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