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RetroNBA: Granville Waiters y los chistes de calvos
Máximo Tobías  | 18.01.2013 - 21:28h.
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Máximo Tobías  | 18.01.2013 - 21:28h.



Cuando Craig Ehlo mencionaba que el fondo de banquillo de los Houston Rockets estaba para hacer bonito, es evidente que no se refería al pívot Granville Waiters. Debido a la combinación entre su peculiar apariencia y su escasa relevancia deportiva, es más fácil encontrar artículos de prensa referidos a su calvicie que a su juego.


Es difícil recordar un tiempo en el que no fuese así. Granville Waiters alcanzó cierta celebridad en su Ohio natal al proclamarse campeón de baloncesto del estado formando parte del equipo de su instituto, los Columbus East High Tigers, después promediar 21.4 puntos y 20 rebotes durante la temporada. A pesar de ello, la mayor parte de la fama fue para la estrella del equipo perdedor, Clark Kellog de St Joseph’s. Considerado el mejor jugador de instituto de la historia del estado, Kellog sumó 51 puntos y 24 rebotes en la final estableciendo un récord de anotación que a día de hoy sigue vigente. Aunque no pudo impedir la derrota de su equipo por 74-65, sí fue suficiente para que Clark Kellog fuese elegido Jugador del Año 1979 de Ohio en su categoría. Mientras, el pobre Waiters se tuvo que conformar con sus 15 puntos y con una plaza en el segundo quinteto ideal.





A pesar de la oferta de Nevada – Las Vegas, Granville Waiters tuvo muy claro desde el principio que su destino estaría en Ohio State. Mientras Clark Kellog se hacía con un puesto inmediato en el quinteto titular de los Buckeyes, Waiters pasó sus dos primeras temporadas universitarias como suplente del pívot Herb Williams. Tras la marcha de Williams y Kellog a la NBA, Granville Waiters se convirtió en la referencia interior que compensaba la anotación exterior de Dennis Hopson y Tony Campbell. Para entonces resultaba evidente que las mayores virtudes de Waiters eran su estatura, cercana a los siete pies, y su movilidad, pero que carecía de la fuerza y de los recursos técnicos necesarios para ser algo más que un especialista. Fue para eso que lo eligieron los Portland Trail Blazers a mitad de la segunda ronda del draft de 1983, y para lo que acudió a la liga de verano a pelear con el islandés Petur Gudmundsson y con Tom Piotrowski de Lasalle (la elección de tercera ronda de los Blazers) por un puesto de cinco suplente. El ganador fue Piotrowski, y Portland traspasó a Granville Waiters a Indiana a cambio de una futura elección de segunda ronda.


En Indiana Waiters se reencontró con sus viejos compañeros Clark Kellog y Herb Williams. Los Pacers habían elegido al pívot Steve Stipanovich con el número dos del draft, pero andaban buscando un suplente barato. El elegido fue Granville Waiters, que ocuparía el puesto de cuarto hombre alto por detrás de Stipanovich, Williams y George Johnson. En principio, ese lugar en la rotación no anticipaba muchas oportunidades de juego, pero los apuros iniciales de Steve Stipanovich abrieron un hueco inesperado. Preocupado por la propensión de Stipanovich a cargarse de faltas, en diciembre el entrenador Jack McKinney decidió probar durante unos cuantos partidos a Waiters como “designated starter”, sacándolo de titular (en un frontcourt all-ohio-state con Kellog y Williams) para que jugara unos minutos y luego dejase su lugar en la pista al auténtico pívot del equipo. El experimento no tuvo demasiado éxito ya que Stipanovich no rendía bien saliendo desde el banquillo, pero sí sirvió para descubrir a Granville Waiters como jugador NBA. Waiters jugó 1040 minutos en la temporada (a la postre, la marca más alta de su carrera) con unos promedios de 3.6 puntos, 3 rebotes y 1 tapón por partido. Al año siguiente, la llegada de Stuart Gray y Bill Garnett (un antiguo nº 4 del draft que había fracasado en Dallas de manera lastimosa) recortaron el tiempo de juego de Granville Waiters, pero aún alcanzó unos respetables 704 minutos en la temporada.





La elección de Wayman Tisdale con el número 2 en el draft de 1985 selló el destino de Waiters en Indiana. Los Pacers decidieron apostar por el voluminoso Stuart Gray como pívot suplente, y sin más plazas en la rotación interior intentaron buscarle un destino a nuestro calvo favorito. Los Rockets buscaban un pívot para completar su plantilla (la lesión de Jim Petersen la temporada anterior había demostrado los riesgos de un banquillo demasiado corto), y aceptaron hacerle una prueba en la Midwest Rookie Revue, una liga de verano en la que Waiters participó formando parte del equipo de Houston a pesar de que aún estaba bajo contrato con Indiana. Aparentemente su rendimiento convenció a Bill Fitch, entrenador de los Houston Rockets, y pocos días después se formalizó el traspaso a cambio de una elección de tercera ronda del draft. El principal perjudicado fueron dos viejos conocidos de la ACB, Larry Micheaux y Hank McDowell, que salieron del equipo rumbo a Italia (Varese y Reggio Calabria, respectivamente).


A pesar de ser nominalmente el cuarto hombre alto de la plantilla, la aportación de Granville Waiters a la temporada de los Rockets fue casi inexistente. Ralph Sampson y Akeem Olajuwon se relevaban en la posición de “cinco”, y la revelación de Jim Petersen como ala-pívot suplente dejaron al recién llegado en unos tristes 156 minutos de juego. Incluso cuando Olajuwon se lesionó en febrero, los Rockets prefirieron repescar a Hank McDowell antes que darle minutos a Waiters. Era evidente que sólo estaba en la plantilla para un caso de emergencia.


Esa emergencia llegó en la segunda ronda de playoffs, contra los Denver Nuggets. Los Rockets eran muy superiores y tomaron una ventaja de 3-2 después de apalizar sin misericordia a los Nuggets en el quinto partido, pero éstos aún tenían un as en la manga: todos los equipos odiaban jugar en Denver debido a la altitud, y allí habían obtenido sus dos victorias en la serie. Los Nuggets empezaron el sexto partido a toda marcha, y a los pocos minutos Olajuwon y Sampson empezaron a jadear con la sensación de que les faltaba el aire, mientras que Robert Reid perdía un balón tras otro y cometía faltas sin tino. El partido iba a tirones, a veces un jugador local encadenaba varias acciones positivas y ampliaba la ventaja de su equipo, y luego uno de los visitantes sumaba varias canastas seguidas para volver a apretar en el marcador. Los Nuggets fueron por delante casi todo el encuentro, pero al empezar el último cuarto Olajuwon tomó el control del juego y los Rockets se adelantaron en el marcador. Entonces llegó el desastre: a mitad del último cuarto, Danny Schayes cometió una falta sobre el pívot nigeriano, y éste respondió empujándole con el codo y colocándole el balón en la cara. El árbitro le señaló una técnica, y en el forcejeo siguiente Olajuwon agravó su error empujando al colegiado, lo cual le supuso la segunda técnica y con ella la expulsión.


Los Rockets se acababan de quedar sin su mejor jugador, mientras que la defensa de Bill Hanzlik anulaba a Ralph Sampson. Los Nuggets remontaron y se pusieron 2 puntos por delante, pero Sampson empató con un espectacular alley-oop para ir a la prórroga. Apenas reanudarse el juego, Jim Petersen (que estaba haciendo un partido más que brillante) cometió su sexta falta, y poco después le tocó el turno a Sampson. Los Rockets intentaron jugar sin pívots, aunque a falta de un segundo sacaron a Granville Waiters para presionar el saque lateral en la última jugada. Con Wayne Cooper en pista, los Rockets no tuvieron más remedio que apostar por Waiters en la segunda prórroga. No fueron momentos fáciles para Waiters, a quien superó varias veces Calvin Natt, pero consiguió anotar una especie de semigancho cuando la defensa rival se olvidó de él y a continuación capturó un importante rebote en defensa. Fitch intentó sentarlo, pero la sexta falta de Robert Reid obligó a devolverlo a la pista. Al final, la escasa aportación de Granville Waiters fue suficiente para que su equipo se alzara con la victoria a pesar de las ausencias de todo su juego interior, clasificándose así para la final de conferencia en la que eliminarían a los Lakers camino de la final contra los Celtics.


No fue suficiente para mantener a Granville Waiters en Houston. La progresión de Jim Petersen significaba que los Rockets tenían suficientes hombres altos, y por si acaso eligieron al pívot Dave Feitl en segunda ronda del draft de 1986. El destino de Waiters serían los Chicago Bulls de Michael Jordan, que buscaban cubrir su enorme agujero en la posición de “cinco”. El plan era traspasar al pívot Jawann Oldham y conseguir a cambio a Joe Barry Carroll de Golden State, o en su defecto a Joe Kleine de Sacramento; pero cuando esos planes se vinieron abajo los Bulls se encontraron con que tendrían que empezar otra temporada con Dave Corzine como pívot titular apoyado por Mike Brown (repescado de la A2 italiana) y Earl Cureton. En su desesperación, el General Manager Jerry Krause decidió cortar al canadiense Mike Smrek y darle una oportunidad a Granville Waiters. En un equipo que apostaba por la defensa numantina dejando la anotación en manos de Jordan, Waiters llegó a salir de titular algunos partidos para intentar aprovechar su capacidad taponadora. De todas formas, su participación iba poco más allá de intentar ganar el salto entre dos inicial, y apenas jugó 534 minutos en 44 partidos. Al año siguiente la llegada del veteranísimo Artis Gilmore lo hundió aún más en la rotación, y se quedó en unos tristes 114 minutos.





Para entonces, Granville Waiters llevaba cinco temporadas en la NBA siempre cobrando cifras cercanas al salario mínimo, poco más de cien mil dólares al año. Era el momento de probar en el mercado europeo, y su destino sería el entonces FC Barcelona. El fichaje de Waiters por el equipo blaugrana supuso una pequeña revolución en una época en la que las plazas de extranjeros se solían reservar para jugadores estadísticamente destacados que dominasen las clasificaciones de máximos anotadores y reboteadores. En lugar de eso, el entrenador Aíto García Reneses decidió buscar a un especialista que contrarrestara la aportación en defensa e intimidación de Fernando Romay en el eterno rival. Después de los rumores relacionados con jugadores mucho más destacados como Ken Barlow o “Piculín” Ortiz, el fichaje fue muy discutido por la prensa y los aficionados, pero lo cierto es que el entonces Barcelona terminó alzándose con el triunfo en la famosa “liga de Petrovic” (o de Neyro, según a quién le preguntes). Granville Waiters se adaptó bien al equipo e incluso ofreció un juego brillante en momentos aislados (dicen que dependiendo de como le fuera con la novia) sobre todo en Europa, pero su rendimiento global no cumplió las expectativas. Después del fracaso en la Final Four de la Copa de Europa de 1989 su continuidad estaba descartada, pero lo que pocos esperábamos era que su nuevo destino sería el Cajabilbao. El club bilbaíno apostaba en esta época por caros fichajes procedentes de los grandes clubes de la ACB, como Wallace Bryant o López Iturriaga, pero resultaba sorprendente que decidieran incorporar a un especialista defensivo cuya presencia sólo tenía sentido en una plantilla más cubierta. Waiters no era un gran reboteador y sus recursos ofensivos eran muy limitados, así que no fue ninguna sorpresa que Waiters no terminara la temporada en Bilbao y en abril de 1990 fuese sustituido por Tom Gneiting.


Granville Waiters decidió retirarse por culpa de una fractura en el pie y volver a Columbus, donde un par de años más tarde abrió una guardería llamada “Granny’s Child Care Center”. Fue el comienzo de la cadena de “Granny’s Learning Centers”, cuya gestión sigue compaginando con su contribución a diferentes proyectos sociales y educativos en la ciudad. Lo puedes ver en algún youtube intentando recordar que fue campeón estatal, que en Ohio State le retiraron la camiseta y que jugó en la final de la NBA. Da igual: excepto en su universidad (donde le hicieron una canción con la letra “give de ball to Granville, he’s BAD”) para casi todos los aficionados será siempre ese desgarbado pívot ochentero sobre el que todos los periodistas de dos países distintos hicieron el mismo chiste de que metía menos puntos que pelos tenía en la cabeza. No me extraña que no le guste conceder entrevistas.




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Artículo publicado por Máximo Tobías

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