Mira que se lo he recordado durante la semana pero nuestro base titular no se ha quedado con la copla:


- No entrés en su juego. No te aceleres bajo ningún concepto porque es ahí donde ellos son realmente brillantes. No podemos dejarles espacios.


Y qué decir de nuestro escolta más defensivo. Sí, ése que tenía la misión de frenar las penetraciones del rival más incisivo de la noche y, por extensión, de la liga. El contrario ha llegado hasta debajo de la canasta cuándo y cómo ha querido pese a mis advertencias:


- Si estamos defendiendo en individual, déjale un metro, no le defiendas tan encima y así su primer paso tan explosivo no lo será tanto.


Los aleros tampoco han estado por la labor de cumplir con mis consignas:


- El equipo al que nos enfrentamos es de los mejores en rebote ofensivo así que, por el amor de Dios, estar siempre activos y ayudar a cerrar el rebote.


Por supuesto que hemos quedado como unos primos a nivel nacional. Siete rivales nos han birlado rebotes y, con ellos, han gozado de una segunda oportunidad cuando no de una tercera.


¿Y los experimentos con gaseosa?. Durante toda la noche hicimos movimientos y realizamos tiros que no tenemos mecanizados:


- Chicos, ¿Se puede saber a qué estamos jugando?.


Lo de los balones perdidos es otra:


- ¿Cuántas veces os he dicho que prefiero agotar una posesión a hacer un mal pase?. ¿Es que se nos ha olvidado encontrar buenos ángulos para pasar?.


Por todo lo anterior y dado que he sido yo, el entrenador, el que, fruto del cabreo y de un puntapié, ha pinchado el balón y gracias a ello, tú, Genio del Balón Mágico, has sido liberado después de muchos años preso en un viejo balón medicinal, creo, como decía, que merezco la concesión de un deseo... y éste no es otro que el saber en cualquier momento qué es lo que está pasando por la cabecita de mis jugadores.