El pasado viernes cumplía 75 años uno de los clubes más grandes de la historia del basket europeo: el KK Split. Lo hacía en un -relativamente- buen momento de vida tras unos años en los que bordeó la desaparición y justo el año en el que ha regresado a la Liga Adriática.
Ahora que el baloncesto estonio empieza a emitir señales de optimismo a corto plazo gracias a una generación de jugadores cuanto menos ilusionantes, es buen momento para recordar uno de los grandes días de su historia. O, al menos, que ese día sirva de excusa para rememorar a una de las figuras capitales de ese baloncesto.