¿Merece la pena el nombramiento de Sergio Scariolo? |
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Parto de la base que me gusta Sergio Scariolo como técnico. Tiene claridad de conceptos, soltura en el manejo de situaciones comprometidas y experiencia para dar y tomar. Al igual que la mayoría de aficionados españoles al baloncesto, pienso que el italiano sería perfectamente válido para desempeñar el papel de seleccionador nacional, y que seguro que lo haría con todas las garantías si no se dieran determinadas condiciones.
El hecho de haber firmado ya el contrato con el Khimki le obliga a cumplirlo. Obviamente, el equipo ruso le ofrecía un pastizal difícil de rechazar y un plantel deportivo ciertamente atractivo. Hasta aquí todo correcto. Pero compatibilizar ambas tareas (entrenador y seleccionador) te obliga a estar presente en los centros neurálgicos del desarrollo de ambas actividades. Por muy bien que lo quieran vender, el seguimiento exhaustivo de jugadores españoles se hace prácticamente imposible desde un país tan lejano. ¿Y tan cercano? Pues igual. Con el mero hecho de no poder visitar las canchas personalmente y apreciar en primera instancia las evoluciones de los jugadores, la barrera laboral crece y mucho. Confiar en los informes presentados por su segundo en la Federación (que imagino sí permanecerá en España) es delegar una responsabilidad que le atañe a Sergio directamente.
Además, de ser por esto, no se habrían producido en el baloncesto nacional los casos tan recientes de evoluciones desmedidas de determinados jugadores. Me explico: cuando Pepu Hernández llevó a Marc Gasol a la selección del Mundial de Japón, el principal candidato para ese puesto era Eduardo Hernández Sonseca, por veteranía, condiciones y por su supuesta diferencia de calidad. Marc llegó, vio y venció, para hacerse con un puesto fijo en la selección y auparse como uno de los jugadores referentes del baloncesto español. ¿Quién es capaz de afirmar que no puede ocurrir algo parecido en breve espacio de tiempo? Es de cajón que si Scariolo entrena en Rusia, jamás podría producirse tal circunstancia, es decir, no veremos un nuevo caso Marc Gasol hasta que el italiano ponga fin a su contrato con la Federación. ¿Por pasotismo? No, porque fijarse en un Marc de 19 años de turno es tremendamente improbable desde el análisis de un simple boxscore.
Y no sólo eso. Te pones a pensar sobre la pasión desmedida que el presidente de la Federación está poniendo en el Scariolo-gate y olvidas varias cosas. Primero, es lógico pensar que Pepe Sáez quiera, en su función de máxima autoridad del baloncesto español, ofrecerle el puesto a su teórico mejor candidato, en el que más confía y al que ve más preparado. Segundo, que le está ofreciendo algo que, por supuesto, no había soñado ofrecerle a ninguno de los seleccionadores anteriores, tanto en la cuestión económica como en la deportiva. Tercero, que está desaprovechando la oportunidad de promocionar a la categoría de entrenador de prestigio a otros españoles, como Luis Guil (que me encanta), que ha hecho una labor bastante interesante en las categorías inferiores y tiene un potencial tremendo.
En fin, las mismas reglas del juego para todos, señor Sáez. Ojalá me equivoque en lo anteriormente comentado, aunque siempre me preguntaré, ¿merece la pena?