Raza blanca tirador
Lakers, vergüenza colectiva
Jordi Colomé Batlle  | 09.10.2012 - 14:03h.
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Jordi Colomé Batlle  | 09.10.2012 - 14:03h.



Todo el mundo ha tenido un gran amor que quedó en nada. De esos que se os escapa una sonrisa sin saber por qué cuando lo recordáis. Un amor tan fuerte que no dudasteis en restregaros lo bien que os iba sin el otro. Pero pasa el tiempo y te das cuenta que puyas y puñaladas aparte, hubo grandes momentos que merecen ser rememorados. Algunos de los mejores años de tu vida merecen no quedar en el olvido por las miserias humanas, ahogado en el cajón de los perdones que nunca llegan.

El 2 de abril el 34 de Shaquille O'Neal pasará a colgar del techo del Staples Center. El pívot, Kobe Bryant y Jerry Buss saldrán en las fotos sonriendo, recordando ese amor del pasado, pero los aficionados de los Lakers siempre tendrán una espina clavada, la de ser conscientes que la lucha de egos provocó un divorcio que supone una vergüenza colectiva.

El día que Shaquille O'Neal anunció su retirada estaba solo. El hombre espectáculo ofreció una rueda de prensa con una puesta en escena más propia de Court TV (bueno, ahora truTv) que no de la NBA. Ni los ex-compañeros, ni los anillos, ni sus trofeos de MVP. El telón se bajó dejando a todo el mundo con mal sabor de boca. La sensación que con una pizca de ética de trabajo nos habríamos ahorrado ese vídeo colgado en la red porque lo habríamos cambiado por una escena memorable, con los telediarios abriendo la sección de deportes con él. Pero no fue así. Deja tantas frases memorables (imprescindible visitar shaqquotes.com) como puentes quemados por cada rincón que dejó. Los Lakers lo olvidan para priorizar tres títulos y cinco finales. Por la sensación durante un tiempo de poseer a uno de los jugadores más determinantes de la historia. Vestido de amarillo. Sí, con Hollywood al lado y películas como Kazaam o Steel. Eso quizá no se lo perdonará la humanidad, pero esa ya sería otra historia. Un vínculo tan positivo que lo posterior se deja de lado para ensalzar la gloria del tiempo compartido. Será un 2 de abril de 2013 contra los Mavericks.

Pero señalar inquisitoriamente a O'Neal por la ruptura sería injusto. O hacerlo único culpable. El divorcio fue una relación a tres. Incluso a cuatro. De esas que sabemos que no funcionan, porno aparte. Los egos chocaron y todos se sintieron más importantes que el de al lado. Actuaron como niños consentidos, mimados, que por lo que parece no se llevaron una leche a tiempo. Porque dicen que los polos opuestos se atraen pero eso sólo pasa en los imanes. En la vida amorosa casi nunca es así.

Tenemos pues a Kobe, trabajador enfermizo, que siempre quiere sudar más que los demás, que quiere superar a Michael Jordan como mejor jugador de la historia. Fácil de odiar. Siempre compitiendo. Que se mete con Shaq en una batalla infantil sobre de quién es el equipo a través de la prensa en la guerra del “y yo más”. Ego, ego y más ego. Ese Kobe que se cabrea con O'Neal porque no le anima después de ser acusado de violación en Denver. Que espera el apoyo del grupo a pesar de no presentarse a ninguna comida de equipo en los desplazamientos, de huir de las juergas de grupo y de no invitar a nadie a su boda. Ni presentarse a la de Shaq. Ese Kobe que en algún partido deja de lanzar, enfadado porque le acusan de no seleccionar bien los tiros. Niño consentido.

Por el otro lado, O'Neal, que pasa de mejorar en los tiros libres porque no puede ser perfecto. Que critica que Kobe no salga de juerga. Que es el rey de la prensa con frases ingeniosas, con los mil apodos, cada uno de los cuales comportan una historia: Superman, Big Dog, Corvette, Aristóteles, The Big Stock Exchange o The Big Antartica. Sin ninguna ética de trabajo como demuestra cuando en el verano de 2003 retrasa su operación y se pierde el inicio de curso. "I got hurt on company time, so I’ll rehab on company time." Él mismo define la relación con el 8 (ahora 24). “En los 7-8 años que estuvimos juntos nunca estuvimos juntos”.

El trío amoroso lo completa Jerry Buss, propietario de los Lakers. Y quien al final toma la decisión de traspasarle a cambio de Odom, Briant Grant, Caron Butler y una ronda del draft. El gran jefe. Le pone la cruz en un amistoso en Honolulu un verano del 2000. Acude con su familia y se topa con los gritos de Shaquille en medio del partido. “Pay me” le chilla entre gestos. Cuando los resultados no acompañan en la final contra Detroit, se lo carga. Había sido humillado en público, algo que un multimillonario ni tolera ni tolerará.

En el lío amoroso, tampoco hay que olvidar a Phil Jackson, Ni la filosofía zhen le sirve para hacer trabajar más a Shaquille o reconducir la lucha de egos. El traspaso de O'Neal, que se une al adiós del señor de los anillos, que volvería más tarde, daría pie a una colección de puñales surcando los cielos en un doloroso coast to coast. Hay para todos. Diesel acusa a Kobe de organizarlo todo para quedarse él solo en los Lakers. Y es que después de la ruptura hay un buen puñado de episodios para alimentar la batalla, como un par de raps del pívot. “You can't do without me”. “Kobe, how my ass taste?” Incluso se mete en su vida privada acusándole de “comprar el amor” de su mujer. O los elogios constantes a Dwyane Wade cuando ir a Miami se convierte en el cuarto anillo.

El gigante con alma de niño travieso tiene para todo el mundo. Culpa a Phil Jackson de alimentar la lucha de egos en vez de apaciguarla. A Mitch Kupchack de no ofrecerle nunca la renovación. Y a Buss... bueno, pues eso: “I needed a real owner, not a guy that parties with girls three times younger than him. When you’re 60, hang out with 60-year-olds, not 20-year-olds”. Kobe tampoco se calla con la ética de trabajo como eje de los ataques. Y su venganza deportiva se corona con el quinto anillo. Uno más. Chúpate esta.

La grandeza de la NBA reside en detalles como éste. Que a pesar de todo lo que habéis leído, el 2 de abril el 34 de Shaquille O'Neal colgará del techo del Staples Center. En Europa las rencillas nos pueden. La lió gorda, se fue, ganó un anillo lejos de LA y atacó a todo lo que oliera a amarillo. Y ahí estarán Kobe, Phil Jackson (se supone) y Jerry Buss. Aplaudiendo. Sonriendo. Porque esos años fueron sinónimo de tres anillos. De volver a elevar los Lakers postShowtime a los altares. Si ven a alguno en la grada con cara triste, señal que se está acordando de las palabras de O'Neal cuando anunció su retirada. “If we would have stayed, possibly we could have got six championship”. Homenaje merecido, pero no deja de ser una vergüenza colectiva. “Nunca existirá una combinación pequeño-grande como Kobe y yo”. Malditos egos!




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Artículo publicado por Jordi Colomé Batlle

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