Ahora que finalizan los Juegos Olímpicos y que los amantes del deporte en general nos quedamos un poco vacíos tras un delicioso empacho deportivo para el que habrá que esperar otros cuatro años, lo ocurrido este caluroso domingo de verano con nuestra selección de baloncesto nos deja un sabor dulce, una sonrisa en la cara difícil de borrar.

Como si no hubiesen pasado ya cuatro años, esta gran familia nos vuelve a deleitar con una final sencillamente espectacular. Estados Unidos aumenta su nivel, rebosantes de talento, cada torneo les veo más comprometidos y con mejor trabajo técnico. Han llegado a un nivel como conjunto que convierte una derrota suya casi en una utopía.

Y cuando la sensatez y la lógica nos empuja a reconocer su extraordinaria superioridad respecto al resto, aparecemos nosotros, nuestra generación dorada, esa que nunca nos falla. Competidores al máximo nivel, ahí siguen sin temor, peleando cada jugada, concentrados, procurando exprimir al máximo cada una de nuestras virtudes con confianza y determinación. ¡Se les han hecho 100 puntos a los Estados Unidos en un partido siempre igualado en el que el rival no se ha podido permitir bajar los brazos ni un sólo segundo!

Ha faltado poco. Merecían el oro y verles las caras al finalizar el partido da muestras de que este grupo no sólo atesora un enorme talento sino también un gen ganador que les hace únicos. Gen que sale a relucir en los momentos difíciles, como lo fue el segundo tiempo de la semifinal contra Rusia.

Decir que me siento orgulloso de este grupo empieza a ser ya un tópico carente de toda originalidad, porque son ya muchos campeonatos diciendo lo mismo. Sin embargo, la dureza de las críticas durante el torneo, las declaraciones que se han sucedido dudando de la honorabilidad de este equipo e incluso llegando a decir que no merecían disputar esta final me hace reafirmarme y gritarlo aún con más fuerza.

No sabemos que va a ocurrir a partir de ahora.

La primera decisión posiblemente corresponda al cuerpo técnico. Sergio Scariolo cogió esta selección precisamente tras los Juegos de Pekín y ahora finaliza su contrato con la FEB. Asumió un reto tan agradable como difícil: entrenar a la selección campeona del mundo y plata olímpica. Y puede presumir de haber conseguido hacer un gran trabajo y de haber sido correspondido con éxitos deportivos. Dos campeonatos de Europa y una plata olímpica son una gran cosecha para unos años exitosos. Y es una pena el trato que ha recibido desde algunos sectores, que ya desde el mismo momento en el que asumió este reto comenzaron a criticarle, en algunos casos podía más la animadversión hacia su persona. En otros, incluso por no ser español. Desde aquí mi agradecimiento a él y a todo su equipo por el enorme trabajo realizado y por los éxitos alcanzados durante estos años.

Tampoco sabemos qué nos deparará el futuro respecto del núcleo duro de esta selección. Calderón, Navarro, Felipe o Pau siguen siendo la columna vertebral de esta selección; su seña de identidad. Sin embargo, lo cierto es que esta generación acumula edad y años de trabajo sin descanso al máximo nivel. Sea cual sea su decisión para los próximos campeonatos, la misma será respetada y sólo me queda agradecerles todas las alegrías que nos han dado estos años.

Confiemos en la buena salud de nuestro baloncesto y en un saludable relevo generacional que nos permita no despertarnos de este sueño.

Me despido de vosotros y doy por cerrado este camino a las medallas con una petición. En estos momentos difíciles, los amantes del baloncesto debemos poner de nuestra parte por sostener sobre nuestras espaldas a este deporte que tanto nos gusta. Pronto empezará la Liga y las competiciones europeas y nos toca darles vida.

Un fuerte abrazo.