7) COACH CARTER (Thomas Carter, 2005)
Productores: Mike Tolin y David Gale;. Intérpretes: Samuel L. Jackson, Channing Tatum, Rob Brown, Nana Gbewonyo, Rick Gonzalez. Música: Trevor Rabin; Escrita por Mark Schwahn y John Gatins. USA. 131’. DVD editado en España con el título Coach Carter.
En 1999, el equipo de Richmond (California) de baloncesto preuniversitario saltó a los medios de comunicación local y nacional por el lock-out que sufrió durante unos meses debido a las malas notas de sus integrantes. Hecho insólito hasta la fecha, pues el Team había ganado todos los partidos (13) de la temporada que había disputado hasta ese excepcional cierre. A todas luces, el ‘culpable’ de ese efecto mal entendido por la prensa, padres y algunos miembros del equipo directivo del Instituto californiano fue Ray Ken Carter, un antiguo jugador de la escuela hacía más de veinte años y quien ostentaba aún el récord de anotación, asistencias y robos de la historia del equipo de Basket del Centro.
Coach Carter hace referencia a ese tipo de entrenadores que anteponen los estudios a cualquier acontecimiento lúdico-deportivo que puedan desempeñar atletas o simplemente jugadores de un equipo de baloncesto amateur, en este caso. Por lo que sabemos, Ray Carter fue de los primeros entrenadores jefe que priorizó el desarrollo formativo del jugador ante un simple entrenamiento o partido.
Toda vez que se hizo cargo de un equipo perdedor por su falta de compromiso y motivación, Coach Carter (ejemplar y sobrio Samuel L. Jackson tras salir de interpretar personajes más turbios como el enfermo Elijah de "El protegido") hizo entrega a sus nuevos discípulos un contrato entre particulares donde quedaría reflejada esa vinculación con el deporte en cosechar un mínimo de un bien cada uno de ellos durante el curso académico.
La renuncia de dos de ellos –plasmada en los primeros apuntes del filme- deja huérfano de sus máximos anotadores a un equipo en caída libre. Ante tal imprevisto, Carter los anima a que sean ellos los que cojan las riendas de esas bajas, y asuman esas responsabilidades.
Deudor en cierta forma del entrenador hecho a sí mismo y que sin ambages demuestra su convencimiento de que el cambio pasa por una mejoría en el aspecto mental y educativo, Ray Carter afronta ese reto sin el convencimientos de muchos de sus colegas.
Sin embargo, Coach Carter habla antes que nada del conjunto como paso previo a los éxitos; sin él las individualidades quedan en un plano más mediático como se visualiza en las primeras imágenes de un partido, donde una estrella emergente acapara los flashes y miradas del pabellón.
En otra lectura del film añadimos el plano educacional, los conceptos mínimos necesarios para pasar de adolescente a adulto. En este sentido, la invitación a una fiesta de lujo por parte de unas seguidoras del equipo contrario al que se enfrenta Richmond Oilers dibuja ese plano en el terreno sentimental y amoroso. No obstante, ello sirve para aleccionar a los discípulos de que ese no es el camino a seguir. El empeño de Carter se hace palpable cuando la junta de la Escuela decide por cuatro votos a dos acabar con un cierre inédito hasta la fecha, puesto que los jugadores han roto el compromiso adquirido a principio de temporada.
En cierta forma, Carter se comporta a modo del Atticus Finch de "Matar a un ruiseñor" (1962, Robert Mulligan), intentando convencer al jurado de que se están equivocando en su veredicto de apertura del gimnasio, centro de entrenamiento cerrado hasta nueva orden. El momento álgido de la trama se produce cuando Carter entra a la cancha –ya accesible- y encuentra a sus pupilos ante unos pupitres trasladados allí para la ocasión, como si se encontraran en la Biblioteca del Instituto. Forma sencilla y contundente para conocer de qué parte están los miembros del equipo invicto.
Resulta plausible el afán por mostrarse en el filme, secuencias de trabajo de campo, ficcionando de manera dinámica parte de un partido de Baloncesto en sus distintas fases. Con mates en picado, planos cenitales y grúas por dossier dando empaque a las acciones más plásticas de un partido, amenizado por música rap a modo de acompañamiento con el icono del pop Ashanti a la cabeza.
Richmond Oilers nunca fue un Instituto que se caracterizara por sus altas medias en las notas de sus alumnos; sin embargo, a partir de la llegada de Carter al primer equipo las cosas cambiaron a mejor. La implicación y buenos resultados de los ‘chicos’ del equipo hicieron de alguno de ellos, estudiantes universitarios con carreras concluidas como el caso de Junior Battle (Nana Gbewonyo), Jason Lyle (Channing Tatum, el rostro más reconocible de todos ellos), Timo Cruz (el más problemático y a la vez más comprometido del equipo, tras asistir a la muerte de un amigo por un balazo, interpretado por el hispano Rick González), Jaron ‘Gusano’ Willis (el más dicharachero y divertido) o Kenyon Stone (Rob Brown), una de las figuras del conjunto. A pesar de los triunfos cosechados a nivel local y nacional –un segundo puesto por institutos- ninguno de ellos formó parte de la NBA, aunque ello no supusiera un fracaso personal puesto que accedieron a un título universitario con el que seguramente nunca habían soñado.
En algún momento del film se habla de ese sueño americano –en este caso, la NBA- al que muchos ven truncado, pues, es una probabilidad estadística en la que solo unos pocos son los elegidos. Las Ligas de Desarrollo o al extranjero –Europa, principalmente- son otras salidas, no mencionadas, tan dignas como aquellas.
Mención aparte merece la aportación de Robert Richard, quien en el papel del hijo de Ken Carter –Damien- explota esa condición de líder en la retaguardia, que abandona una escuela privada –St. Francis, a la postre rival directo- para seguir desarrollándose como persona y, más tarde, jugador (base tirador), siguiendo la estela de su progenitor. Inclusive llegó a arrebatarle ese record que tanto le costó a su mentor en 1975.
En definitiva, Coach Carter es un filme de valores, aquellos que tienen que ver con el período formativo, la búsqueda de oportunidades y, lo más importante, la dignidad de un hombre que debe enfrentarse a la vida, la deportiva y la real.