Raza blanca tirador
Deconstructing Dwight Howard
Jordi Colomé Batlle  | 21.11.2012 - 14:09h.
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Jordi Colomé Batlle  | 21.11.2012 - 14:09h.


Casi siempre con una sonrisa en los labios. Y un espíritu infantil. Lo demuestra por ejemplo que en su mansión de Orlando (si a alguien le interesa la puede comprar por 2,9 millones) tuviera una habitación de peluches y un cine privado donde siempre se proyectaba Buscando a Nemo, su película favorita junto a El rey león. Es Dwight Howard, pívot determinante y personaje con contradicciones. Si no le conocéis, seguid leyendo.


¿Raza blanca tirador es un blog de baloncesto? Sí. Pues parece que vas a hablar de la persona. Vale. Pues diremos que el Howard actual de los Lakers no rinde al nivel esperado, sobre todo por la condición física. Sólo hay que ver un partido para darse cuenta que después de la operación de espalda aún está lento para recuperar la posición defensiva en el pick&roll, que no intimida tanto y que en ataque está perdiendo demasiados balones por querer siempre hacer el mate saltando a partir con los dos pies juntos, cosa que le hace perder tiempo y que los defensores metan la mano. Pero aún no se atreve a saltar sobre un apoyo o sin flexionar tanto las rodillas.


Seguimos pues con el personaje. Adorado por todos hasta hace dos días, ahora ya hay más nubarrones. Hijo de un policía, siempre ha querido ser el anti-divo, el hombre que huye de los vicios de las estrellas. Pasó muchos días de su infancia en la iglesia, pero no vio la luz hasta que su relación con una mujer mayor le rompió el corazón a los 13 años y posteriormente una fractura de la pierna le dejó un tiempo sin ejercicio físico. Probó algunos vicios y se dio cuenta de que iba por el mal camino, así que convirtió la Biblia en su libro de cabecera y siguió un programa educativo muy marcado por la teología en el Southwest Atlanta Christian School. La religión siempre estuvo muy presente en casa en unos padres que así encontraron refugio en el drama de vivir un aborto en los siete embarazos que precedieron a DH. Y el deporte. Su progenitor era entrenador y él salió alto y fuerte, así que coqueteó con casi todas las modalidades para descubrir rápido que el baloncesto era la elección, con Michael Jordan, Magic y Garnett sucediéndose como ídolos a medida que iba creciendo.





Ser elegido como mejor jugador de instituto de los Estados Unidos y su físico fue el preludio de la lógica elección como número 1 del draft, a pesar que algunos expertos lo consideraban un error ante la opción Emeka Okafor, campeón con UConn. Ya era un profesional. ¿Su objetivo? “Elevar la palabra de Dios en la NBA y en el mundo”. No olvido un Gigantes que nos presentaba la nueva estrella, destacando que sería lo contrario a lo habitual en ellas, que rezaba mucho y quería predicar el mensaje de Cristo en una competición llena de vicios.


El problema de Howard es que o ha dejado de creer en la palabra de Dios o ha hecho caso al consejo de Oscar Wilde: “la mejor forma de superar una tentación es caer en ella”. Sí, es cierto que tiene una Fundación, que tiene un programa para que los niños pobres estudien y que ha sido finalista en el Jefferson Awards for Public Service. Y ha ganado algún premio por obras sociales. Pero en menos de un año su imagen pública se ha hundido. “La carne es la tentación más grande que afrontamos los hombres”, confesaba en un medio religioso. Y no hablaba del pollo entero que se zampa Glen Davis antes de los partidos en el vestuario.


Había curiosidad por ver si le sería muy difícil mantener los ideales de la palabra de Dios en un entorno de millonarios que tienen todo lo que quieren, mujeres también. De sus labios salía que era posible e incluso en 2010 afrontaba el bautizo en un acto público en la playa como muestra de fe. Pero en aquellos días ya se sabía que tenía un hijo de la relación con una cheer-leader de Orlando, así que le llovieron los primeros palos. Y los rumores de que no era el único.


Aunque la gran debacle tiene el 2012 de protagonista. Howard cree en Dios y seguramente debería repasar también las profecías de los Mayas porque su mundo se ha terminado (o transformado) este año. Su ex-pareja era una de las protagonistas del reality Basketball Wives y el pívot presentó una demanda reclamándole 550,5 millones ya que en el acuerdo de divorcio constaba que no podía decir su nombre en público. ¿La multa? 500 dólares cada vez que sus labios soltaron un Dwight en la tele o sus dedos lo escribieron en Facebook/twitter. “Esa cláusula debería quedar invalidada porque las otras no la tienen”, soltó Royce Reed ante el juez. ¿Cómo que “las otras”? ¿Pero es que hay más? se preguntó todo el mundo. Pues sí, las pequeñas Jayde y Layla, nacidas con dos meses de diferencia (octubre y diciembre de 2010) están confirmadas y Dwight paga una manutención. Hay dos casos más bastante sospechosos y una sexta opción más estrafalaria, aunque mostró una foto de los dos juntos.





Habría que leer la Biblia a ver qué dice sobre esparcir semillas, pero tres hijos confirmados de tres mujeres diferentes con las que ya no tiene relación no liga mucho con la palabra de Dios ni con evitar el pecado de la carne. Su relación con la cantante Christine Vest es un intento de mostrar que ahora quiere estabilidad. Y de limpiar su imagen. No le ayudó que el pasado verano por primera vez se saltara la visita al campus Dwight Howard, ofreciendo a cambio un pack de productos en el que destacaban entradas para ver a los Magic, días antes de irse a los Lakers. Sin olvidar que en el proceso de un equipo a otro le cortó la cabeza al entrenador y al general manager para al final darles con la puerta en las narices.


¿Y qué hará en el futuro? Tampoco es un ejemplo a seguir en la gestión del dinero, como muestra su colección de coches de lujo, pero que se haya comprado una casa de 20 millones (más que su sueldo de toda la temporada, aunque con los patrocinadores se va a los 65 millones al año), que pagó en un único cheque, en Los Angeles permite suponer que ha llegado para quedarse. LA no es Las Vegas, la ciudad del pecado, pero ¿será capaz DH de autocontrolarse y resistir las tentaciones?




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Artículo publicado por Jordi Colomé Batlle

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