Luka Doncic llegó a la NBA en 2018 como un príncipe y no tardó en convertirse en rey de los Dallas Mavericks.

Estrella en Europa con el Real Madrid, demostró que es un elegido para práctica del baloncesto. Rookie del año en su primera temporada con números jordanescos. 21,2 puntos, 7,8 rebotes y 6 asistencias. Una barbaridad estadística que le colocaba la etiqueta de jugador especial. Desde entonces no ha bajado de los 8 rebotes, las 8 asistencias ni 27,7 puntos en ninguna campaña. No obstante, tras cinco cursos llenos de éxitos en lo individual, Doncic se encuentra en un año clave en su carrera.

 

 

 

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Tres visitas a playoffs, pero sólo una reseñable. La 2021-22 donde pisaron las Finales de Conferencia de manera más casual que real. Con un Brunson sensacional y un Doncic lejos de lo terrenal, como en él es habitual, los Mavs enterraron a los Suns y sentaron las bases dinásticas que una franquicia con Luka debe tener. Fue un espejismo. No pudieron retener al citado Brunson, la llegada de Christian Wood no casó con Jason Kidd y el equipo defensivo y rocoso de los playoffs se fue diluyendo.

Y, de repente, un tiro al aire: Kyrie Irving. Todo o nada. Un base descomunal como también lo es su poca estabilidad mental. Dos talentos generacionales, Doncic e Irving, pero sin el fondo de armario que se perdía en el traspaso –Dorian Finney-Smith y Spencer Dinwiddie–. Volaba la defensa, los Mavs se volvían inestables y donde todo era ilusión apareció la desesperación, hasta tirar incluso el play-in por el desagüe pisando el freno y quedándose, adrede, fuera de postemporada.

Última bala

Así se llega a la 2023-24, donde desde la gerencia han querido mantener la apuesta por esa bicefalia Doncic-Irving, con la renovación de Kyrie por tres años y 126 millones de dólares. Parten como underdog, pues su favoritismo se ha esfumado. En las apuestas deportivas, que encontramos en portales online, al campeón NBA aparece por debajo de los diez primeros. En tanto que Doncic es uno de los tres máximos candidatos al MVP. Un contraste con el que deben luchar en Dallas.

 

 

 

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Sin embargo, en esta ocasión, sí que ha habido más movimientos que invitan al optimismo. En el draft eligieron a Dereck Lively, un pívot de gran tallaje (2,16m) y potencial defensivo que, de desarrollarse, le viene como anillo al dedo a los Mavs. Aunque, eso sí, muy verde. Llegan además Seth Curry para aportar tiro exterior consistente, mientras se marcha Hardaway Jr. que era la inconsistencia personificada, y Gran Williams y Richaun Holmes. Dos perfiles rocosos que añaden la profundidad perdida con el aterrizaje de Irving.

Para los Mavericks es fundamental acertar, porque si no Doncic podría peligrar. Hasta ahora es la bandera de la franquicia, pero un fracaso más, a pesar de tener contrato hasta 2027, podría activar el modo traspaso. El esloveno es joven y tiene mucho recorrido en la mejor liga del mundo por delantero, pero si no empieza a competir verdaderamente por ganar en Dallas, empezarán a sonar los cánticos de sirena procedentes de otras franquicias.