Jueves, 2 de mayo de 2024
La Opinión


11.07.13 | Luis Blanco (3979 lecturas) [ Comenta el artículo ]
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CAI Zaragoza: Crónica sentimental de un año excelso


Después de reivindicar la utopía, lo imposible, durante toda una temporada, el sueño del CAI se fue escurriendo paulatinamente por el acierto de los exteriores del Madrid. La magia de Sergio Rodríguez, la contundencia de un Begic que sólo aparece ante nosotros o la orgía anotadora de un Carroll en combustión nos devolvió a la realidad de un equipo conjuntado y aguerrido, capaz de concluir una temporada histórica y romper récords como el de primer equipo en disputar una semifinal de la Liga Endesa en su debut.


Ha sido un año pleno de éxitos, que comenzó con dudas por la confección de una plantilla con muchos de sus componentes fuera de los focos mediáticos, y que por ello sirve para considerar a Willy Villar, director deportivo, como uno de los motores básicos del proyecto. Ni siquiera la lesión de Norel, hasta ese momento el jugador sobre el que gravitaba el juego colectivo del CAI, impidió lograr la histórica victoria ante el 'outsider' Valencia Basket en los cuartos de final en la lucha por el playoff.





Meses antes, la plantilla disputó la Copa del Rey, sobre todo durante los dos primeros cuartos, para caer ante el local Caja Laboral. Y eso era sólo un aviso de lo que vendría después. La tradicional dificultad para vencer fuera del Príncipe Felipe se convirtió en un recuerdo. El equipo competía en todas las canchas, lograba un récords de victorias, y afrontaba las eliminatorias por el título con respeto por el rival pero consciente de sus posibilidades. El tópico tan manido de la formación de un grupo unido y cohesionado se trasmutaba en algo real en cada uno de los partidos. Jugadores implicados, aportando sus aptitudes con el objetivo de sumar, sin maquillajes estadísticos ni imposición de egos. El gancho y los movimientos de Norel en el poste, la versatilidad de Roll, la entrega de Steffanson, la calidad de Rudez, la omnipresencia de Van Rossom, el cerebro de Llompart, el hallazgo de Jones y la conversión de Aguilar en un cuatro global convertían al equipo maño en una escuadra difícil de batir. La conexión y comunión con el público tardaron poco en llegar, alcanzado el paroxismo en el histórico partido de las dos prórrogas ante el Valencia Basket. Nunca el Príncipe Felipe había sentido con tanta intensidad estar detrás de cada uno de ellos.


Lo de menos ahora es resaltar los errores, las carencias. Quien haya seguido mis comentarios sabe perfectamente que no considero a José Luis Abós el entrenador ideal para un equipo de élite. Pero no es menos cierto que, sin ser ni mucho menos resultadista, se ha ganado la renovación a pulso. Con mayor aplomo que otras temporadas, gestionando el vestuario con más habilidad, ha generado unos automatismos que han conducido al éxito. Pero el equipo sigue sin variantes tácticas, muy rácano en estrategia. La zona con la que vencimos al Valencia Basket gracias a su paupérrimo porcentaje de triples debería ser un recurso, pero nunca la base de la defensa (un ejemplo. En el tercer partido contra el Real Madrid, con Carroll enchufado en pista, ordena una defensa zonal desbaratada rápidamente por el letal tirador madridista con un nuevo triple que casi sentenció el partido). Y en ataque, convertir los partidos en concursos de tiros de más allá del 6,75 otorga réditos, pero debe ser complementada con una quinta marcha que no nos identifique tan rápidamente ante los rivales.





Los problemas surgen ahora por la lógica dificultad para conservar esta plantilla con las dificultades económicas que atraviesan todos los equipos. Demasiado tiempo en el escaparate los convierte en jugadores apetecibles para clubes con mayores posibilidades de inversión, con proyectos encallados (Unicaja) o con ilusiones rotas (Valencia Basket). Pero ellos son parte de la historia de este club, de esta ciudad que rimaba con baloncesto, que se asomaba con orgullo ante los grandes porque formaba parte de ellos. Y lo complicado ahora será mantenerse, pero siempre con la satisfacción de saber que hemos vuelto, y con la intención de quedarnos.



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