Jueves, 9 de mayo de 2024
La Opinión


07.05.08 | Alejandro González (1986 lecturas) [ Comenta el artículo ]
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Fila 10, asiento 19: diario de un redactor (y II)


En un hipotético álbum de fotografías que quisiese resumir mi vida, no tendría duda alguna en colocar una imagen concreta para resumir la experiencia vivida cubriendo la final four para basketme.com. Mientras el trofeo de campeón se alzaba en manos de Pashutin, dos cañones lanzaban al aire cientos de papeles dorados que hacían centellear las luces de los focos del pabellón al reflejarse en ellos. Una perfecta fanfarria final con la que culminar el concierto de emociones, imágenes, música, colorido y baloncesto vivido en dos días inolvidables. Pero vamos por partes…


La jornada del domingo se iniciaba para nosotros al mediodía, con la final del Torneo Junior. Una excelente oportunidad para ver a algunas de las estrellas del futuro. Quedará de lo más culto ( baloncestísticamente hablando) decir, cuando los Musli, Milutinovic o Motiejunas sean ya jugadores importantes en sus equipos o fichen por algún grande, aquello de “si, bueno, yo lo vengo siguiendo desde junior, y estaba claro que iba a llegar a este nivel”. Espectáculo en la cancha y en las gradas. Junto a periodistas, los aficionados más madrugadores, familiares de los jugadores y un buen número de frikis del basket desocupados un domingo por la mañana, el desfile de ex jugadores y entrenadores era de excepción. McAdoo, Djordjevic, Bodiroga, Karnisovas… Victoria final de los serbios del FMP en el único partido del fin de semana que podíamos ver de forma relajada, sin el portátil por delante.


Tertulia baloncestísitca a la hora de la comida con otros compañeros de prensa y amigos. Toda una gozada cuando en el grupo de amistades de un servidor, lo más parecido a un aficionado al baloncesto es un amigo que tiene una canasta en miniatura adherida a la papelera de su habitación. Impresiones sobre los partidos ya disputados, sobre equipos europeos, rumores…En este fin de semana, el baloncesto lo impregnaba todo, y el almuerzo no fue una excepción. Salí del bar preguntándome a mí mismo si se podría ya considerar enfermizo haber acabado hablando de las semifinales de la liga polaca...


La cobertura del encuentro por el tercer y cuarto puesto fue de lo más entretenido. Y no por el partido, precisamente. Aprendimos lo increiblemente dificil que resulta concentrarse en un partido tan intrascendente. La tribuna de prensa era todo un poema. Si mirabas las pantallas de los portátiles de los periodistas de alrededor veías el partido de los Celtics, la final de la Champions League de balonmano, el Barcelona-Valencia, una web de viajes….y el messenger!! De no ser por la ruidosa afición del Siena o la megafonía del pabellón, el concierto de sonidos de alarma que hace el messenger cuando alguien te habla hubiese sido de impresión. Era un buen momento para hablar con los tuyos, contarles que tal había ido el viaje y como estabas viviendo el fin de semana. Una curiosa conversación, bocadillo ( perdón, refrigerio cortesía de la organización) en mano, sobre series de televisión remataba el “break” que nos tomabamos todos antes de llegar a la recta final del evento, el momento del partido por el título.


Pero ya en la segunda mitad de ese partido, nos pusimos un poco más serios, en parte por el maremagnum de rumores y noticias que llegaban a nuestros oidos. Messina renovaba por el CSKA, Obradovic se queda en el PAO, Pepu igual no llega a los Juegos Olímpicos…las informaciones iban surgiendo por momentos. A todo esto, el partido en juego llegaba a la prórroga. No pudimos más que echarnos a reir con la airada reacción de la tribuna de prensa….¡¡cinco minutós más!! Alguno parece que desiste, y se encamina hacia la sala de prensa. El Montepaschi se toma más en serio la prórroga y se queda con el tercer puesto para el júbilo de los tiffosi, que teníamos justo encima. Con el “inno della verbena “, la hinchada italiana despedía su participación en la final four.


Empezaba la cuentra atrás para la final. El momento de estirar las piernas ( nunca podré agradecer en persona a los dos componentes de una radio ucraniana impronunciable su ausencia en el evento, dejando sus sitios libres en una fila de mesas semi vacia….) e ir a por provisiones para la final. Entiéndase por provisiones agua, bocadillos (poulet, bacon, thon, jambon cru…me toco traducirle a una periodista francesa que…¡oh sorpresa! sólo hablaba francés..), powerade (del naranja, que el azul le daba mal rollo a Nacho) y alguna pasta de té. A veces daba la sensación de que la sala de prensa era más una cafetería que un sitio de reunión y trabajo para los periodistas. La proporción periodista con café en mano/periodista trabajando en los puestos habilitados era, cuanto menos, llamativa. Y si, es cierto, nunca bajé allí para algo que no fuese comer o beber…


De vuelta a nuestra posición, CSKA y Maccabi calentaban sobre el parquet. No puedo imaginarme la sensación que debían tener los jugadores en esos instantes previos al choque. Si yo tenía un pequeño nudo en el estómago fruto de la expectación y la tensión… Medio pabellón se vestía de amarillo. Empezaron a cantar cuarenta y cinco minutos antes de empezar la final, y no pararon hasta que el imponente dominio del CSKA les hizo callar faltos de ilusión por la victoria. Los seguidores moscovitas estaban “a otro nivel”. Había una representación de la “plebe” tras una canasta y en una de las tribunas, pero lo que realmente llamaba la atención era el enorme palco privado reservado para ellos, y una fila entera de sillas a pie de pista, dominio absoluto ruso. “Lo que hacen los petrodólares”, pensabamos todos.


Tras el salto inicial, el tiempo pareció acelerarse de forma brutal. Centrados en el juego y en la transmisión en directo del partido para la web, el partido se nos pasó volando. Maravillados con la calidad de los Holden, Andersen y compañía, desgranando el entramado táctico de Messina, y sorprendidos por la garra y la fé israelíes. Impactados por el bullicio de la afición macabea y el glamour desbocado en eurofia de los aficionados rusos. Aquí es cuando debo confesar que no llegué a cerrar el messenger tras el partido por el tercer puesto, y en plena final compartía el privilegio y las emociones que estaba viviendo con…(espacio reservado para aludidos e implicados).


Suena la bocina, los tableros enrojecen y la cancha se inunda de periodistas en busca de unos eufóricos jugadores rusos, unos abatidos jugadores israelíes. Ettore Messina se funde en un emotivo abrazo con su familia. La tensión deportiva había terminado, de la mejor manera posible para él, y su dificil situación familiar ( tal y como nos comentó despues en la rueda de prensa) le hizo entregarse a los suyos nada más terminar el partido. Papaloukas y Zisis enarbolaban orgullosos una bandera griega, Holden pensaba en pedir al comité olímpico que las rondas finales del torneo se jugasen en el Palacio ( vaya meses que está viviendo el base ruso-americano con Madrid como escenario), Siskauskas olvidaba por una noche sus frialdad báltica, y Langdon…bueno, Langdon tenía la misma cara que si acabase de ganar una partida al trivial a algún amigo, esa media sonrisa irónica-chulesca al más puro estilo Duke (los frikis de la ncaa me entenderán)…


Tras las celebraciones, era el turno de las ruedas de prensa. Sherf estuvo sobrio pero amable. Langdon seguía con su semblante serio, a pesar de acabar de ser campeón de Europa y MVP del torneo. Y Ettore Messina…simplemente nos enamoró a todos. Paciente, atento, irónico, y sencillamente encantador. En el fondo y en las formas. En su forma de hablar sobre sus jugadores, sobre su club, sobre la vida en Moscú, sobre su familia., sobre la decisión de permanecer en el CSKA (aguantando estoicamente la grotesca insistencia de un periodista catalán sobre los rumores que le colocaban en el Barcelona) y sobre su impresionante palmarés. Allí estabamos siguiendo embobados las palabras del técnico italiano, sólo interrumpidos para guiar a la azafata encargada de entregar el micrófono a los periodistas que alzaban la mano para preguntar. Menudo lío se hacía la chica.


Abandonamos la sala de prensa jugando con una pequeña pelotita de basket cortesía de la campaña turística bautizada por Nacho “Grecia, que hermosa eres”. Los últimos botes de balón en un pabellón vacío y silencioso, que parecía orgulloso de haber sido la casa del sueño de jugadores, aficionados y periodistas. Con ese aura mágica que tan especial me resultará siempre.


Y mientras escribo el final de este texto vuelve a mi cabeza la imagen que describía al principio del mismo. La explosión de colores, de música, de euforia. Un final perfecto, y la mejor postal de un fin de semana inolvidable. Con el lema que compone el himno de la Euroliga, nos despedimos. Haber vivido este experiencia: un enorme privilegio. Haberla compartido con vosotros: todo un placer.


I feel devotion.


(asvk)



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