Tras la exhibición de Daniel Hackett en el partido de Euroliga que enfrentaba al Armani Jeans Milano con el Bayern Munich, toca recobrar el pulso a una Euroliga hasta el momento algo sosa. A eso de las 19:00 tenemos un Fenerbahçe-Panathinaikos que, si bien carece de grandes alicientes clasificatorios, tiene un encanto especial en los banquillos.
De todos es conocida -aunque muchas veces tergiversada obviando sus épocas ofensivas- la trayectoria de Zeljko Obradovic y Dusko Ivanovic, pero quizás lo sea menos la importancia que tuvo el segundo en la carrera del primero. Enfrentados en numerosas ocasiones, sin duda el punto álgido de sus cara a cara bien pudiera ser el año 1988. Tras una enorme carrera en el Buducnost, ese verano la vida deportiva de Ivanovic daba su giro más relevante al aceptar la oferta de una Jugoplastika de Split cuyo entrenador, Bozidar Maljkovic, cree ver en Ivanovic la pieza que le falta para acabar de perfilar el progreso de los Kukoc, Radja y completar alrededor un grupo con jugadores de mas bagaje como Perasovic, Sobin, Poljak o el llegado un año antes Sretenovic. El impacto de la decisión es tal que el Buducnost pasa a descender como colista, sumando sólo seis victorias en veintidós partidos, mientras que Dusko comienza a formar parte de la leyenda de la Jugoplastika.
Tras un par de decepciones en forma de eliminación en los cuartos de la Korac y de derrota en la final copera (82-80 ante la Cibona), los de Split finalizan líderes de la fase regular con una sola derrota y acaban llevándose el título ante un Partizan que con gente de la talla de Djordjevic, Grbovic, Paspalj o Divac esa temporada había alcanzado la primera Final Four de la historia moderna en la Copa de Europa. Por si fuera poco, Ivanovic es elegido jugador del año en Yugoslavia, por encima incluso de Drazen Petrovic o el propio Divac, gracias a su liderazgo y a su espectacular efectividad (es el máximo anotador de la Jugoplastika ese año).
Paralelamente, la selección yugoslava vive una nueva etapa con la llegada de Dusan Ivkovic al cargo. Con la tradición apuntando a Svetislav Pesic como sustituto de Cosic, la apuesta por Dusan tiene sus recelos en un Strucni Savet muy preocupado por la deriva que lleva una selección en su etapa más modesta en casi dos décadas. El relevo con la generación de Bormio parece un hecho y se solicita el EuroBasket 89 y el Mundial 1994.
La primera gran cita para el nuevo seleccionador tiene lugar en la Universiada del 87. Tradicionalmente ocupada por una suerte de selección mixta entre la A y la B, la celebración del torneo en Zagreb pasa a ser un plebiscito sobre la futura organización del EuroBasket, pero también para su seleccionador y en cierta forma para Drazen Petrovic. Drazen ha llevado a la Cibona a lo más alto de Europa pero llega tras dos fracasos consecutivos ligueros y un cierto estigma. Con la selección no suma título alguno en categorías inferiores y sus primeros siete torneos senior no conocen el oro, incluyendo fiascos como la derrota en cuartos en el EuroBasket 1985. En ese rosario de espinas del de Sibenik se cuentan otras dos Universiadas, la de 1985 en Kobe con Cosic y la de 1983 en Canadá... en lo que había sido una primera etapa de Dusan Ivkovic en el ámbito de la selección. Junto a Drazen, sus compañeros locales Cutura, Arapovic o su hermano Aza, cuentan con el refuerzo de jugadores como Divac, Primorac, Mutapcic (hoy seleccionador alemán y que tras las descalificación de Pesic fue el damnificado de la exhibición de Hackett), Vrankovic, Radulovic o Grbovic.
Yugoslavia suma un oro incontestable e Ivkovic comienza a planificar su ciclo. El objetivo es el oro en Zagreb y aún más si cabe en Belgrado, pero antes acudir a los Juegos de Seúl se hace inexcusable. Con Drazen como líder, Ivkovic tiene claro que el relevo generacional es inexcusable y para el Preolímpico se confirman jugadores de Bormio como Kukoc, Radja o Divac, así como Paspalj o Zdovc en busca del equilibrio. Queda fuera Djordjevic. Bien por la rabieta de Drazen tras su tercera eliminación liguera consecutiva como local y quién sabe si en parte por los recelos de un Brata Djordjevic que era de los que había apostado por la vía Pesic.
Esa Yugoslavia no debe tener problemas, pero Ivkovic mira a Split y cómo de la eliminación de 1987 (la canasta de Vucevic padre con el Bosna) ha pasado a dominar en 1988 por el progreso de sus emergentes, sí, pero también por el poso que les ha dado Dusko. La decisión está tomada e Ivkovic llama a Ivanovic para convocarle al Preolímpico y a los posteriores Juegos. Quiere que ejerza de revulsivo anotador pero sobre todo de contrapeso en experiencia y en cierta forma de su segundo en la pista como enlace con los chavales. La decisión tiene su punto porque los plavi no siempre han hecho hueco a los tiradores por mor del equilibrio. Entre eso y sus orígenes modestos en el Jedinstno y el Buducnost, la experiencia de Ivanovic en la selección se reduce prácticamente a la Universiada de 1981 con Tanjevic de seleccionador y compartiendo pista con Sunara, Aza Petrovic, Benacek o Bojan Brodnik (el padre del actual jugador del Olimpija). En Bucarest esa Yugoslavia sólo cede un partido, pero el título va para la USA... de John Pinone. El ofrecimiento no puede ser más goloso... pero Ivanovic lo rechaza dejando como sugerencia un nombre: Zeljko Obradovic. Muy lejos de su estilo ofensivo pero compartiendo sentido del ritmo, ascensión sobre parte de la nueva ornada, buen defensor y con el plus de cubrir el puesto de base.
Si la experiencia de Ivanovic era exigua, la de Obradovic lo es aún menor. Inédito en la absoluta, todo su bagaje se reduce a ser el jugador menos utilizado en los Juegos Balcánicos junior de 1979. Ivkovic acepta la sugerencia y hace debutar a Zeljko con 28 años, algo casi sin precedentes en ese basket. El resto es historia: Obradovic se colgaría la plata en Seúl, sería campeón del mundo en Argentina y dejaría la selección en los días previos al EuroBasket de Roma para pasar directamente a los banquillos. Su gran valedor, Kicanovic en el Partizan... aconsejado por un Ivkovic que pondera su papel.
Si Dusko hubiera tenido menos inquietudes vitales y hubiera aceptado la llamada, ¿hubiera sido distinto el baloncesto europeo los últimos 20 años? Quizás no, pero como What if? es de lo más sugerente...
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