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La Opinión


23.09.08 | Kantauri (2546 lecturas) [ Comenta el artículo ]
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Análisis Euroliga 2007/2008 (I): 50 años de orgullo


La Euroliga 2007/2008 no ha sido otra edición más de la máxima competición continental. Durante la presente temporada se celebraban los 50 años de la competición y la ULEB tenía la feliz idea de obsequiarnos con el mejor homenaje posible a medio siglo de intensa lucha, emoción y multitud de partidos que han ido encumbrando jugadores, equipos y han hecho vibrar al continente latiendo al compás del bote de un balón, silencio roto por la esférica figura al cortar la red en su paso por el aro, grito de la afición vencedora y llanto ahogado de los derrotados al fin de los 40 minutos, batalla en dos mitades de 20 minutos que el paso del tiempo decidió convertir en 4 cuartos de 10 minutos. Motor de emociones, huésped de una Europa dividida en dos y testigo de los cambios acontecidos en estas cinco décadas, sin detenerse desde aquel 22 de Febrero de 1958 en Bruselas, bendito día donde todo comenzó y siquiera la tensión vivida en 2000-2001, donde la Europa baloncestística se partía a causa de la guerra ULEB y FIBA, fue capaz de detener, repartiéndose el galardón continental en dos cetros. Dos competiciones paralelas que parecían amenazar el futuro de la Copa de Europa, pero al final la historia se abrió paso y se continúa escribiendo en los pabellones del viejo continente. Por mucho tiempo.


Febrero de 1958 fue un mes trágico para el deporte. Recién comenzado el mes, un frío y nevoso día 6 de Febrero en Munich, el vuelo 609 de la British Airways tras parar para repostar se estrellaba contra una casa colindante al no poder el capitán Thain remontar el vuelo. El avión se incendió y se convirtió en una trampa mortal para sus pasajeros, entre ellos el talentoso equipo del Manchester United, que regresaba tras un partido de Copa de Europa ante el Estrella Roja de Belgrado. 23 de los 43 pasajeros fallecieron, 8 futbolistas y 3 miembros del cuerpo técnico entre ellos. Este incidente conmovió a Europa y el deporte se vestía de luto en honor a la memoria de los fallecidos. Días después, un 22 de Febrero en la capital de Bélgica, Bruselas, tomaba inició la Copa de Europa. El equipo local denominado como Royal IV SC Anderlechtois ganaba al campeón luxemburgués BBC Etzella por 82-43, acababa de dar inicio el sueño del baloncesto europeo. Un proyecto ambicioso, novedoso y audaz que nacía entre el miedo a lo desconocido, la incertidumbre de si lograría asentarse y las diferentes amenazas causadas por el contexto político de aquella Europa que obligaban a la cancelación de diferentes partidos. Y la competición gracias al esfuerzo de clubes e instituciones no ha parado en su crecimiento y continúa 50 años después plena de salud y rica en historias, anécdotas y glorias deportivas, recogiendo el homenaje merecido. Una competición que englobaba en sus inicios a 22 campeones nacionales en 4 grupos geográficos y que no solo correspondían a Europa ya que contaron con la participación del campeón sirio. Hubiesen sido 23 países los participantes si el conjunto de Beirut, Líbano, se hubiese presentado. Así pues el JS Alepo sirio logró el pase en la primera eliminatoria de la competición sin jugar. Durante el transcurso de las ediciones además de equipos israelíes y turcos, conjuntos africanos participaron en la euroliga. Siendo Angola provincia de Portugal, el Benfica de Luanda representó al país luso mientras que el equipo egipcio de Alexandria Basket fue el último competidor africano en la temporada 1982-1983.


La Euroliga contó en su segunda competición, la ULEB Cup, con un guiño del pasado, inmejorable punto de partida a los festejos y homenajes. En Riga se iban a ver las caras el ASK y el Lukoil Academic de Sofía conmemorando así las dos primeras finales de la Copa de Europa, dos de los 3 títulos consecutivos que obtuvo el equipo letón siendo el dominador en los comienzos de la competición. Aun jugarían una cuarta final consecutiva pero el Dinamo Tbilisi les derrotaría en la final consumando así el dominio de los equipos procedentes del bloque soviético hasta la victoria de Real Madrid frente al Spartak Brno en la temporada 63-64 con un excepcional Emiliano Rodríguez. El campeón español con 8 copas de Europa es el equipo que mas trofeos ha obtenido a lo largo de la historia y recibieron su homenaje durante la visita de Maccabi Tel Aviv a Madrid. Momento inmejorable y que en Tel Aviv tuvo su réplica y fue Maccabi el homenajeado el día que el Real visitaba la ciudad hebrea. Maccabi con 5 títulos es otro de los equipos mas laureados de Europa. Solo hace falta revisar la nómina de honrados para darse cuenta de la magnitud de los clubes durante el paso del tiempo; Emiliano Rodríguez, Lolo Sainz, Corbalán, Ferrandiz, Tal Brody, Berkowitz, Aulcie Perry, Silver, Jamchy, Aroesti, Henefeld o responsables de la reciente gloria como Sharp, Vujcic y Burstein. Recuerdos de Emiliano acabando con la hegemonía soviética al derrotar al Spartak Brno, siendo Miles Aiken quien terminara con ellos en Lyon 4 años después, tras sobrevivir un año antes al festival anotador de Steve Chubin, para lograr su tercera Copa de Europa. Recuerdos de la rivalidad feroz con Varese en la década de los 70, la auto canasta ordenada por Ferrandiz a su pupilo Alocén o la estampa de un gigante, Arvydas Sabonis, en Zaragoza terminando con una sequía de 15 años y logrando la octava copa de Europa, la más deseada, la más esperada.


Recuerdos que unen al campeón español con el israelí como la final de Berlín en 1980 con un inspirado Rullán o el sonido que aun retumba en la memoria de Europa del poderoso pívot Earl Williams subiendo las escaleras del antiguo pabellón madridista. Amarillo sobre negro buscando al blanco de sus iras en la grada. Belgrado teñido de amarillo en 1977 con Maccabi de la mano de Jim Boatwright levantando su primer título continental ante el tiránico Varese. Vengar la derrota ante Real Madrid sufrida en Berlín venciendo a la Virtus Bologna al año siguiente en Estrasburgo logrando su segunda copa de Europa en 1981. Lagrima y desconsuelo de 3 finales perdidas de forma consecutiva al final de la década de los 80 a pesar de la incontinencia anotadora de Dorom Jamchy o el poderío interior del nunca olvidado Kevin Magee. Recuerdos desde Paris-Bercy siendo el último campeón de Europa FIBA, el año de la división, con un majestuoso Arriel McDonald haciendo olvidar la derrota de Salónica ante un Panathinaikos guiado por Kattash, santo y seña del club hebreo. Y frenesí sinfín del último gran Maccabi, ballet amarillo entrenado por Gershon y conducido en pista por un lituano genial llamado Jasikevicius que volaba a velocidad de vértigo sobre el parquet ordenado por la imaginación del propio Saras, las piernas de Parker y Baston y la inteligencia de Vujcic. 2 títulos europeos más con especial relevancia al logrado en La mano de Elías arrollando a Fortitudo Bologna.


Uno de los equipos que se cruzó en el camino de Maccabi y que no permitió a Jamchy (se retiró sin una copa de Europa en su palmarés tras perder en Salónica en 2000 siendo su última temporada con Maccabi. Un año después el conjunto israelí ganaría el trofeo en Paris-Bercy), Magee o Moti Daniel alzarse con la Copa de Europa fue otro de los homenajeados. Se trata del conjunto italiano de Olimpia Milano. La squadra de los mil nombres, unido a Simmenthal, Billy, Tracer, Recoaro, Phillips o el actual Armani Jeans. Y el partido elegido no podía ser mas apropiado, la visita de Maccabi a la ciudad del Duomo. Además un partido donde la línea evolutiva estaba fácilmente marcada. La estrella del actual Milano y protagonista del partido era Danilo Gallinari, el hijo de Vittorio que fue campeón en 1987 con la por entonces Tracer de Milano. Entre los recordados especial hincapié a la visita a casa de Cesare Rubini. Un anciano venerable de 84 años que fue el entrenador del primer Olimpia campeón en 1966 frente al Slavia Praga con Bill Bradley y Skip Thoren como norteamericanos y los locales Vianello y Riminucci como referencias anotadoras. Dejaron sin trono a Jiri Zidek, que al igual que los Gallinari su hijo se dedicó al baloncesto y sí pudo conquistar en 1999 el cetro continental que se le negó a su progenitor. Un año después la alegría se transformó en llanto y a pesar de los 34 puntos de Steve Chubin la Olimpia quedó a las puertas del titulo apeada por el Real Madrid. La espera se haría eterna bajo dominio de Varese en la década de los 70 hasta el año 1983 donde en la final disputada en Grenoble esperaba el vigente campeón europeo, el también italiano Cantú con Bryant-Brewer como pareja interior y el trío Marzorati-Riva-Bariviera como acompañante exterior. El destino iba a golpear con crudeza a un ya excesivo vagar en Copa de Europa bien marcado en la memoria milanesa. A falta de 40 segundos todo parecía perdido, 69-64 dominaba Cantú tras dos tiros libres anotados por Gianelli. Pero el sueño iba a prolongarse ya que incomprensiblemente Cantú perdía sendos balones tras saque de fondo a canastas de los Boselli y otra pérdida por infracción de 5 segundos sin sacar desde media cancha cometida por Brewer. 69-68, un solo punto y un puñado de segundos por jugar, el titulo al alcance de una muñeca firme, el desierto comenzaba a ser el inicio de un florido jardín y un oasis con asideras se dibujaba en el horizonte cercano. Pero el sonido del balón al chocar contra el aro fue el amargo despertador, una vez más, del sueño milanés. La copa de Europa regresaba a Cantú, Milano lloraba, la espera aun duraría unos años más hasta la llegada del profeta de ébano, Bob McAdoo. Nunca llegaremos a comprender la trascendencia de este norteamericano para la parroquia de la Olimpia


Los otros homenajeados a parte de Rubini corresponden también a la época de la Tracer Milano doble campeona de Europa en 1987 y 1988. Los dos técnicos campeones, Peterson y Casalini, y los jugadores Riccardo Pittis, Roberto Premier y la leyenda Dino Meneghin. En el recuerdo nombres como el mencionado Bob McAdoo y sus interminables brazos erguidos para anotar, el cerebro y orden en pista que imponía Mike D’Antoni o dos acompañantes para McAdoo que dotaban de mayor potencial atlético a aquella Olimpia como Ken Barlow y Ricky Brown. Histórica la edición de 1988 disputada en Gante con la entrada del sistema de final a cuatro vigente en la actualidad. Olimpia Milano aparecería en otra final four en 1992 a orillas del Bósforo donde cayó eliminado a pies de la juventud, descaro y calidad puestas al servicio de un entrenador novel llamado Zeljko Obradovic, otro pilar clave para entender la historia de la competición.


La ULEB aprovechó la visita de Zeljko Obradovic a Belgrado como entrenador de Panathinaikos para homenajear la Copa de Europa de 1992 lograda por el equipo balcánico y rendir tributo a un club forjador de sueños en su cantera y distribuidor de su riqueza por el resto de clubes europeos. Ejemplos como el de dos de los homenajeados, Aleksandar Djordjevic y Predrag Danilovic, son muestra clara que el baloncesto creado en Belgrado trasciende más allá de sus fronteras y de los muros de sus campos de entrenamiento. Algo de lo que todo el público europeo pueda ser participe. Una historia, una forma de hacer las cosas que tuvo su mas clara referencia en el homenaje recibido. Zeljko Obradovic, devenido en entrenador de gran éxito, no fue el único preparador honrado. Hay que sumar el nombre de Aleksandar Nikolic, quien comenzó su carrera entrenando a Partizan, triunfó comandando a Varese a tres títulos europeos y fue mentor del propio Zeljko. Tradición de baloncesto de alta escuela. Partizan ya había visitado la final four en 1988 guiado en la pista por el entonces jugador Zeljko Obradovic junto a Grbovic, Paspalj y un pívot de enorme talento llamado Vlade Divac. Fueron eliminados en semifinales por Maccabi Tel Aviv, la impronta del enfrentamiento entre Divac y Magee en Gante es una de las imágenes de esta historia de la Copa de Europa que nos ocupa, de un gran álbum repleto de recuerdos.


Obradovic volvería como entrenador en 1992 al frente de una gran generación de jugadores y en una situación comprometida. Los Balcanes habían estallado y el baloncesto volvía a peligrar. Pero una vez más el deporte logró hacer frente a la difícil contingencia y Partizan pudo participar en la Copa de Europa jugando sus partidos como local en el exilio, en Fuenlabrada. Desde allí fueron gestando una de esas historias que corresponden más a cualquier cuento de Perrault y que rara vez nos ofrece el deporte. Con un grupo de jugadores comandados por las dos emergentes estrellas, Djordjevic y Danilovic, se plantaron en la final de la copa de Europa tras deshacerse de Olimpia Milano en semifinales. Allí esperaba otro club con amplia tradición formativa de jugadores, el Joventut de Badalona. Y tal cuento no podía tener otro final que el más bello que un jugador pueda siquiera soñar. Con 2 puntos abajo y escasos segundos para finalizar el encuentro Djordjevic recorrió la banda del pabellón turco hasta plantarse en la línea de 3 puntos. Desde allí clavó su daga, fina estampa, locura desatada. El sueño se había hecho realidad y por escasos e infinitos segundos una afición que padecía los rigores de la guerra pudo sentirse feliz, olvidar a través de los aros y redes la maldita realidad que lo rodeaba. Fue más que un triunfo baloncestistico, una tregua en tiempos de guerra. Ivo Nakic era miembro de aquel equipo, un croata que había permanecido en el sitio equivocado aquel año del cruento estallido, y tiempo más tarde aun tuvo que sufrir viejos pasajes cuando regresó a jugar para Cibona, al otro lado, su lado. Obradovic, Rebraca o Danilovic volverían a repetir triunfo en la Copa de Europa pero en historias muy diferentes y formando parte de proyectos mas suntuosos. Incluso Predrag Danilovic fue participe pero siendo parte contraria de otra gesta, otra fabula, la de pulgarcito. Si Belgrado debía ser honrada no podía faltar un homenaje a Kaunas, al histórico club de Zalgiris y por ende al baloncesto lituano. Tierra de gigantes, tierra de baloncesto. Empezando por Modestas Paulauskas, continuando por los miembros de la final de 1986, Kurtinaitis-Homicius-Sabonis, para terminar recordando a los héroes de 1999, único equipo lituano en alzarse con un titulo continental, homenajeando a Eurelijus Zukauskas, otro gigante, el entrenador Kazlauskas y el letal tirador Saulius Stombergas. El mayor aplauso y reconocimiento fue como no podía ser de otro modo para Arvydas Sabonis, uno de los nombres más reconocidos del planeta basket. Faltó un nombre, el de pulgarcito. El menudo base que nos ayudó a comprender de otro modo como confeccionar un baloncesto también ganador, Tyus Edney. Un pequeño en tierra de gigantes. Virtus Bologna con Danilovic y Rigaudeau como máximas estrellas dirigidos por Ettore Messina venía de proclamarse campeona de Europa el año anterior en una cerrada final frente a AEK Atenas por 58-54. Zalgiris había ido superando escollos con un basket vistoso y rápido apoyado en las sensacionales muñecas de Bowie y Stombergas. En la final Edney alteró las constantes vitales sobre las que recaía el entramado defensivo y disposición táctica de Messina. Ante rivales superiores en talla y físico el talento se abrió paso y Zalgiris conquistó un campeonato histórico que supuso algo más que una Copa de Europa. Supuso romper con cierto modo único de ver el baloncesto y alcanzar el éxito. Algo que agradecer a Kazlauskas y Edney, jugador que coincidiría tiempo después con el propio Messina y aceleraría en unos cuantos kilómetros/hora el libreto del genio de Catania. Jiri Zidek culminaría el recorrido iniciado por su progenitor tiempo atrás y se proclamó campeón continental.


Zalgiris Kaunas conseguía la copa de Europa casi cuando nadie lo esperaba, anteriormente había disputado una final contra otro de los clubes homenajeados, Cibona de Zagreb. En 1986 la localidad de Budapest iba a poder al fin alumbrar el duelo de los dos chicos más prometedores del baloncesto europeo. Arvydas Sabonis debía medirse a Petrovic y su Cibona, vigente campeona europea un año antes en Atenas. Zalgiris crecía junto a la figura imponente del gigante báltico rodeado de una pléyade de grandes tiradores como Homicius, Kurtinaitis o Iovaisha. En el conjunto croata al compás de la anotación despiadada de Drazen y su incorregible carácter ya no jugaba el otro Petrovic, Alexander y tampoco estaba Mirko Novosel como entrenador. Bajo la batuta de Zeljko Pavlicevic fue otro mortal tirador, Danko Cvjeticanin, el nombrado escudero del pequeño Mozart. La final fue una guerra de nervios donde la mayor experiencia de los balcánicos y la desesperación lituana hicieron decantar la balanza favorable a la Cibona. Petrovic ganó su feroz batalla a Sabonis desquiciándolo en la pista con un sinfín de trucos y artes que sobrepasaban el baloncesto. En 1985 Drazen ya había dado muestras de su carácter en la final ante el Real Madrid en Atenas donde se coronó como rey de Europa tras anotar 34 puntos y conducir a su equipo hacía su primer entorchado continental. En el homenaje ofrecido al club de Zagreb, los momentos emotivos y la grandeza de todo un cielo que les acoge allí donde estén se significaron en la conmemoración póstuma de los honores de Drazen Petrovic y Kreso Cosic. También ambos técnicos campeones, Novosel y Pavlicevic, fueron homenajeados así como Alexander Petrovic, Mihovil Nakic o Stojan Vrankovic, nombre que nos dirige a nuestra siguiente parada, nuestro siguiente homenaje a uno de los tantos recuerdos y nombres que nos ha dejado esta competición durante sus 50 años.


No hay dos puntos mas dispares para el seguidor del Barcelona como entre los 218 centímetros de Stojan Vrankovic y los 205 de Dejan Bodiroga. La memoria del barcelonismo abarca la distancia entre Ginebra y el Palau Sant Jordi. En ese margen cabe una historia repleta de recuerdos, llanto, desespero, rabia, alegría, ilusión, emoción y pasión. Barcelona rindió homenaje a su pasado coincidiendo con la visita de Virtus Roma, precisamente el equipo donde tuvo inicio la relación de amor-odio entre la copa de Europa y la entidad catalana. Dejan Bodiroga dirige ahora desde los despachos los designios del equipo virtusino y la ocasión era inmejorable para aclamar al héroe que terminó con la maldición. Así fueron galardonados Bodiroga, Fucka, De la Fuente, Dueñas, Solozabal, Jiménez, Flores o Aito, quien gobernó la nave en su paso por los infiernos cual Virgilio. 1984 y Ginebra fue el punto de partida de la agonía blaugrana en la competición. Epi, quien terminaría con 31 puntos, dominaba a placer la final frente al conjunto romano hasta que la libélula comenzó a despegar. Larry Wright, el base de aquel conjunto, completó unos segundos 20 minutos sensacionales para terminar con las aspiraciones azulgranas, él y el trabajo del fornido Clarence Kea concedieron la única copa de Europa que posee el conjunto italiano. Valerio Bianchini, por entonces el entrenador del equipo, fue homenajeado junto a otros 3 jugadores de aquel equipo, los italianos Polesello, Gilardi y Tombolato. Tras los sucesivos encontronazos con la Jugoplastika a inicios de los ’90, Barcelona seguía buscando su trofeo. En 1994 el Joventut le cerraría el camino, en 1996 un tapón ilegal de Vrankovic sobre la bocina arrancaría de las manos un título que ya acariciaban los seguidores blaugranas y le daría tintes catastrofistas al sueño convertido en pesadilla, la carrera hacía el Santo Grial del baloncesto europeo. La ciudad del amor, Paris, rompía por segunda vez el corazón y la esperanza teñidas de azulgrana, dos pívots balcánicos dejaron su huella. En 1991 fue Zoran Savic y 5 años después Stojan Vrankovic. Un Panathinaikos que años después Dejan Bodiroga seguiría haciendo aun mas grande y club que también ha sido homenajeado en el marco de celebración de los 50 años de la euroliga. Panathinaikos pasó a la historia en esa final de 1996 en Paris al convertirse en el primer equipo griego en inscribir su nombre entre los campeones de la competición. Encuadrado en una rivalidad encarnizada por el dominio de Atenas frente a sus grandes rivales de Olympiacos, los verdes crecieron económicamente durante los años 90 y al amparo de grandes estrellas e inversiones fueron conformando un equipo que buscara la primera conquista del título por parte griega. A la tercera fue la vencida. El trayecto lo comenzaron en 1994 con las llegadas de Volkov, Nikos Gallis o el propio Vrankovic al conjunto verde. La apuesta estaba definida pero en Tel Aviv perdieron la semifinal frente a Olympiacos. Un año después, en Zaragoza, y tras intercambiar con sus rivales eternos a Volkov por Paspalj, fueron nuevamente eliminados por los rojos de El Pireo bajo la muñeca de Johnson, autor de 27 puntos. Demasiada afrenta para una entidad orgullosa, poderosa y que se estaba acostumbrando a perder. En 1996 asombrarían a Europa con el fichaje de la estrella NBA Dominique Wilkins y apoyaron su sueño en Bozidar Maljkovic, entrenador que ya sabía lo que significaba ganar la Copa de Europa. Llegó la veteranía y mando de Yannakis ese mismo verano también y Wilkins comandó al fin a Panathinaikos a lograr el cetro europeo. En la ciudad donde había nacido años atrás el alero norteamericano, conjuro del destino. Panathinaikos se convertía en el primer campeón griego y Maljkovic alargaba su hechizo con la competición, vengando además rencillas pasadas con Aito Garcia Reneses y la entidad catalana. Ni el preparador serbio fue capaz de ganar este título sentado en el banquillo blaugrana. Habría que esperar hasta el año 2000 en Salónica para el siguiente título de Panathinaikos bajo el mando de otro entrenador balcánico, otro hechicero, Zeljko Obradovic. Kattash ejecutó a su Maccabi, con el que durante tiempo viajó y compartió el deseo de volver a hacerlo campeón de Europa. Significó también el primer trofeo para Dejan Bodiroga. El alero serbio junto a Obradovic y el gran capitán Fragiskos Alvertis fueron los homenajeados por la euroliga. En 2002 en casa de Ginobili volverían a ganar otro trofeo, el tercero para la entidad y quinta copa de Europa para Obradovic que se convertía en el entrenador con más trofeos en su vitrina deshaciendo el empate con Bozidar Maljkovic y Pedro Ferrandiz. Dejan Bodiroga se encumbró como mejor jugador del continente y con 21 puntos y 7 rebotes dominó la final. Hubo de pasar un lustro para que Panathinaikos conquistase otro nuevo trofeo, en casa, en su pabellón del OAKA, en 2007 frente a CSKA Moscú. Zeljko Obradovic ganaba de nuevo en una final a Ettore Messina, recuerdos de 2002, y el equipo esta vez anfitrión se llevó el trofeo. Sexta copa de Europa para el preparador serbio, el dibujante de aquel cuento de hadas de Partizan, ya lejos, en 1992.


Tras analizar la historia europea de su rival en Paris, llegamos a 1997, Roma, la ciudad eterna, esperaba al Barcelona con una final four con 2 equipos importantes y con otros dos conjuntos que habían dado la sorpresa como Olimpia Ljubljana y ASVEL Villeurbanne. Hagamos otro inciso y paremos en este tramo del recorrido blaugrana por la Copa de Europa para detenernos en otro club homenajeado.


Otra entidad de los homenajeados que guarda similitudes con el Barcelona y, en modo alguno, con la historia de Ginebra. Cuando Olympiakos recibió el homenaje de la euroliga durante la disputa de su enfrentamiento ante Real Madrid, el público se rindió ante los héroes de 1997. Tomic, Fassoulas, Sigalas y el entrenador Ivkovic pasaron a la memoria del Pireo como aquellos encargados de llevar al club rojo a firmar en el libro de Historia. Olympiacos compartió a mediados de los ’90 la maldición, el anhelo, que arrastraba el club catalán, la búsqueda del cetro europeo. Una década de gasto desmedido en una amplia lista de jugadores que pasaron por El Pireo. Jugadores helenos como Fassoulas, Sigalas, Papanikolau, europeos como Tarlac, Paspalj, Volkov, Nakic, jugadores norteamericanos de la talla de Eddie Johnson Berry, Tarpley, Willie Anderson o finalmente David Rivers. Años de gasto en la persecución de aquello que les debería hacer eternos. La amargura comenzó en 1993 camino de la Final Four en Atenas, el sorprendente Limoges de Boza Maljkovic dejó fuera de la competición a Olympiacos. Los griegos sí alcanzarían la fase final de Tel Aviv un año después pero en la final iba a ser el Joventut quien ahuyentaría los fantasmas en forma de base yugoslavo de Estambul y con Corny Thompson a la cabeza sumado a los tiros libres de Paspalj sepultarían las opciones del triunfo al conjunto heleno. Un año después en Zaragoza la sombra de un gigante se haría demasiado alargada. Arvydas Sabonis se alzó casi una década después con la copa de Europa y se cruzó en el soñado momento por Olympiakos, no hubo opción. Tras perderse la cita de Paris’96 y con el escozor de ver proclamarse campeón al eterno vecino, las huestes rojas llegarían a Roma, la ciudad para siempre eterna en la memoria de los aficionados del Pireo. El rival: Barcelona, el destino: Alguno de los dos equipos acabaría tras los 40 minutos con su sombra maldita. Como en 1984 otro base de raza negra y nacionalidad norteamericana se cruzó en el camino de los catalanes. David Rivers, emulando a Larry Wright más de 20 años después, precisamente en Roma, la historia se hacía presente, Ginebra, llevó con 26 puntos a la victoria de su equipo. Barcelona debía esperar, los griegos celebraban años de resignación y gasto, un dispendio económico que mas tarde haría estragos en el club. Vendieron su alma al Diablo por la conquista de un sueño y tras quebrar tuvieron que refundar su propia identidad. Deberían aprender de la historia, siempre con la sabiduría que da el paso del tiempo y la vasta cultura que nos ha ofrecido y ofrece la competición.


Tres equipos, Olympiakos-Panathinaikos-Roma, tres homenajes con relación directa a un cuarto, el FC Barcelona. Equipo que tras volver a dejar pasar la oportunidad en Salónica en 2000 por fin se proclamó campeón en su casa, en Sant Jordi. Tuvo que ser Bodiroga y de la mano de un técnico serbio, Svetislav Pesic, el genio de la lámpara que concediese el gran deseo a los azulgranas. Frente a Ettore Messina y su Benetton, con el fervor de la animosa grada, la imagen tantas veces soñada entre lágrimas, la montaña mágica hizo su efecto para desespero de Messina, que volvía a perder otra final a 1 partido, en el mismo lugar donde estrenó su palmarés en 1998 ante AEK Atenas. A Ettore el destino aun le guardaría suficientes alegrías como para no recordar la tristeza de aquella tarde del Sant Jordi. Y lo iba a hacer en el último equipo homenajeado de los 12 en total en esta celebración de los 50 años de la competición europea, orgullo y pilar básico para entender la historia del baloncesto. CSKA Moscú, club que dominó en los primeros años de la competición y que actualmente domina la competición de forma dinástica. Precisamente en 2003 en Sant Jordi comenzó un período de 6 años ininterrumpidos de presencia rusa en la fase final coronada con el 2º título de este tramo en Madrid’2008.


CSKA Moscú fue homenajeado en los nombres de Sergei Belov, Gennadi Volnov, Vladimir Tkachenko y especialmente en la figura de Alexander Gomelski. El equipo ruso terminó con la hegemonía impuesta por ASK Riga al inicio de la competición al final de los años’50 y en 1961 conseguía su primer título frente al ASK de la mano de un gran Viktor Zubkov. En 1963 lograrían vencer al Real Madrid de Emiliano que perdió las 2 primeras finales que disputó para ganar las dos siguientes, una de ellas en 1965 la que le enfrentó al propio CSKA con un gran Clifford Luyk. Tras los 2 primeros títulos CSKA tuvo que esperar hasta la cita de Barcelona en 1969 para de la mano de un desatado Andreyev, autor de 37 puntos, lograr su tercer trofeo y como en los dos primeros ganó sus dos siguientes copas de Europa en 3 años. Tras perder ante Varese la final de 1970, el equipo de la armada roja conducido por Belov ganó en Amberes la revancha ante Varese y se alzó con su 4º trofeo. Belov volvía a ser por segundo año consecutivo el máximo anotador de la final. Dos años después en Lieja el genial jugador ruso anotó 36 puntos en la final pero no fue suficiente para doblegar a Varese en el que fue la primera gran rivalidad del conjunto transalpino, lugar que seguidamente ocuparía el Real Madrid. Pero para volver a ver al poderoso equipo ruso en una final de copa de Europa hubo que esperar al inicio del nuevo siglo, a su dominio actual. Tras las decepciones de Barcelona, Tel Aviv y la edición celebrada en casa, en Moscú en 2005, hubo que esperar a 2006 para ver al CSKA en una final bajo la batuta de Messina y la consecución de su 5º copa de Europa, 35 años después. En Madrid, como en los primeros ciclos de sus copas de Europa, dos años después logró el sexto trofeo, escribiendo con letras de oro el nombre de Ettore Messina en la extensa historia del club ruso y la historia de la competición, 4º título para el técnico italiano. Los moscovitas esperarán no tardar seis años como en la década de los ’60 para iniciar otro ciclo de 2 trofeos. Dos dinastías repartidas a lo largo de la competición, en su inicio y en su momentáneo final.


Una docena de homenajes en una gran iniciativa de la euroliga para sentirse viva y acercar su pasado al presente, intentando así comprender hacia donde debe dirigirse el futuro. Una historia que debe continuar haciendo latir el corazón del aficionado y seguir dejándonos viñetas en una memoria llena de recuerdos y pasiones. Túnel de sonidos, visiones, con mas paradas que las 12 de las que constó el homenaje in situ de la euroliga y que por el paso del tiempo algún equipo histórico no pudo gozar, no todos envejecen por igual. Varese terminó descendiendo esta temporada a la segunda división italiana, Split sigue en su labor de formación a la espera de otra generación que haga soñar al continente, igual caso que Bosna Sarajevo. Limoges malvive en una división inferior en Francia, Virtus Bologna consiguió rehacerse tras época de penuria económica y otros clubes como Cantú y sobre todo Joventut siguen en el primer nivel, en ese primer escalón mirando de frente al resto de campeones de Europa, como ellos lo son. Viñetas que sumar a lo ya explicado en este recuerdo, figuras difusas en la lejanía, episodios que nos llevan a un Skansi con la Jugoplastika primigenia desesperando a Varese en Tel-Aviv, Bob Morse acabando con el Real Madrid en Amberes y Ginebra, el último Varese que suplicaba compasión a las muñecas irreverentes de Delibasic y Varajic, los genios de Split que amenizaron el cambio de década con un juego y unos jugadores de fantasía, diamantes de otro mundo. Un recuerdo que vive en un gancho de Luyk, en la competitividad del gran Dino, un pase no imaginado, siquiera soñado, de Mirza, una canasta de Szczerbiak, la suspensión interminable de Varajic, el balón en una mano de Arvydas antes de crear, la irreverencia de un genio que lo entendía así llamado Drazen, la belleza de ver moverse a Kukoc o ver flotar a Wright sobre la pista, ligero, como una pluma. Un recuerdo vivo en la cancha de nuestra memoria.



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